Arma de Chéjov: principio dramático que postula que cada elemento en la narración debe ser necesario e irremplazable, o de lo contrario debe ser eliminado
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Uno de los recursos dramáticos más inteligentes para dotar de coherencia y motivar las decisiones a lo largo de una narración, es quizá el secreto mejor guardado de los grandes cineastas.
En el cine, ya desde el cine clásico vimos este principio en todo su esplendor. El acorazado Potemkin es un excelente ejemplo: en la famosa escena de “La escalera de Odesa”, una muchedumbre celebra la llegada de los marineros que se habían amotinado contra el mando en un barco. Sin embargo, la cámara repara e incide en ciertos detalles: un paraguas, una escalera, primeros planos de personas celebrando… ¿No es un tanto inquietante?
En cierto modo, nos está presentando a unos personajes que luego serán relevantes porque serán esos mismos personajes los que sufrirán las cargas de los cosacos en el trágico desenlace. Sergei Eisenstein estaba construyendo una empatía para causar un mayor impacto en el espectador. Esto es ni más ni menos que un ejercicio supremo de foreshadowing o presagio y que el mismo Eisenstein justifica en su obra así:
El patetismo (pathos), con la sucesión y cambio constante en las cualidades de la acción, genera en el espectador una emoción que lo lleva a realizar mediante un proceso psicológico una reflexión intelectual de acuerdo al tema propuesto.
Sergei Eisenstein (referencia)
Pathos, patetismo, significantes alterados para generar una emoción. Aquí hablamos también del montaje de emociones y todos los postulados que han hecho trascender esta obra maestra, pero el Arma de Chéjov también estaba muy presente.
El dramaturgo Anton Chejov escribió esto en una carta:
Uno nunca debe poner un rifle cargado en el escenario si no se va a usar. Está mal hacer promesas que no piensas cumplir”.
Anton Chéjov (referencia)
Cuando hablamos en el cine del Arma de Chéjov, o escopeta de Chéjov, estamos hablando de una forma de traducir este principio a la pantalla. ¿Cómo se hace esto? Efectivamente, justificando cada elemento que veamos porque va a ser relevante después.
De eso sabe mucho Tarantino, por ejemplo. ¿Por qué nos tragamos el hilarante monógolo de Christopher Walken en Pulp Fiction sobre el famoso reloj? Porque le da una enorme carga simbólica y determinante en la trama. ¿Por qué en Érase una vez en Hollywood el lanzallamas es casi un personaje silencioso que está durante la película? Porque al final tendrá un papel determinante.
Otro ejemplo. En la película Gremlins tenemos a Gizmo viendo una secuencia de carreras de coches en la película To please a lady en el minuto 29 de la película. Ahí tenemos un arma de Chéjov en toda regla, porque luego será Gizmo quien, inspirado por lo que ve antes, al final de la película mate al gremlin malo.
Hay muchas maneras de ejecutar este recurso, aunque si hay un cineasta aventajado es el más dotado de la actualidad y el indiscutible rey midas de Hollywood. Efectivamente, estoy hablando de Steven Spielberg.
En muchas de sus películas vemos el Arma de Chéjov elevada a la máxima potencia. Pero hay algo que hace mejor que nadie para llevar al espectador donde quiere: es un Arma de Chéjov emocional y sibilino, que a veces se graba en el subconsciente para provocar un estado emocional en el espectador.
Tengo grabada a fuego, nunca mejor dicho, un momento aparentemente irrelevante de cuando vi por primera vez En busca del arca perdida. Es la secuencia en la que la muchacha en el bar está contemplando el famoso medallón del Arca de la Alianza. La cámara siempre ubica a la mujer detrás de la llama de una vela en primer término. Yo no dejaba de preguntarme “caray, ¿por qué Spielberg me insiste tanto en este plano?”
La escena avanza, y los malvados nazis irrumpen en el bar de la chica para hacerse con el medallón. Un incendio se desata en la estancia, poniendo en peligro a la chica y a Indiana Jones. ¿Te has dado cuenta? Al principio vemos esa llama de forma insistente. Fuego, peligro. Luego vemos esa rima con el hierro candente con el que amenazan a la chica y el posterior fuego. Spielberg nos estaba inoculando una idea de forma subrepticia.
Hay muchos, muchos ejemplos, pero yo me quedo con estos otros tres: la película Encuentros en la tercera fase podría considerarse una especie de gigantesca Arma de Chéjov que se va rumiando poco a poco con esa obsesión de Richard Dreyfuss por la Torre del Diablo. Obsesión que a veces parece contagiar incluso a la cámara, con esos planos recurrentes que nunca pierden de vista este accidente geográfico.
Otra película en la que tenemos un flagrante arma de Chéjov, puramente emocional y, lo admito sin rubor, tramposo es La Lista de Schindler, en la famosa escena de la niña del vestido rojo. Una figura en la que la cámara se fija, y se fija, y se fija… para luego en la escena del crematorio causar un fuerte impacto, emocional y gratuito sin su contexto, cuando Schindler la descubra entre los muertos. Qué le vamos a hacer, así a veces son las obras maestras del cine.
Tercer ejemplo, Salvar al soldado Ryan en la escena en la que Giovanni Ribisi, que para todos nosotros siempre será el hermano de Phoebe, cuenta recuerdos de su infancia. ¿Qué está haciendo Spielberg aquí? Manipular al espectador para crearnos una empatía con un personaje que luego muere en uno de los momentos más dramáticos de la película. Colapso total, Tom Hanks derrumbado, el espectador lo tienes en un puño y por eso eres el rey del cine, Spielberg, porque eres bueno en todo pero sobre todo en lo más importante, llevar al espectador donde te da la gana.
Y ahora dirás, vale, pero según tu planteamiento, toda narración es un gran arma de Chéjov, ¿no? En cierto modo sí, por eso una de las cosas que más a fuego tengo grabadas es que todo plano, gesto, movimiento o línea de diálogo sobra si no es relevante. Cada fotograma de nuestra película nos hipoteca como creadores y necesita una justificación que signifique nuestra obra. De lo contrarios, estaremos cayendo en la redundancia, dilatando la mera descripción y aburriendo al espectador. Esta es una de las grandes responsabilidades que tenemos como artistas. ¡Nunca lo olvides!
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Chejov, Ibsen, Strindberg, padres del teatro moderno y maná del cine.
Excelente nota Pedro. Esto obliga al creador a ser meticuloso y muy agudo en la creación de la historia.
Muchas gracias.