Gracias a los chicos de Video Digital, mayorista en exclusiva de Blackmagic en España, he podido tener en mis manos la nueva cámara de cine de la marca australiana. Además, con el objetivo 24-70 2.8 de Sigma, cedido por Reflecta, mayorista en España de Sigma. Así que infinitas gracias a ambos porque con vuestra ayuda puedo sacar a pasear mi amor por el cacharreo.
Vamos a ver qué características nos ofrece esta Cinema Camera 6K y por qué es una de las mejores opciones para profesionales del cine independiente y no tan independiente.
Para empezar, características:
- Sensor Full Frame capaz de grabar en resolución de hasta 6048 x 4032. Se acabaron las historias de magnificaciones, factores de multiplicación, etc. Aquí han tirado la casa por la ventana y tenemos un sensor de formato completo, casi 3 veces más grande que super 35
- 36 f/s en la resolución máxima o de 120 f/s al reducir el área del sensor
- Relaciones de aspecto de hasta 3:2, es decir, Open Gate. Aquí no se aplica ningún crop y tenemos todo el sensor disponible para aplicar luego el recorte que queramos para hacer vídeo horizontal o vertical
- Montura L, que permite además objetivos de Leica, Panasonic y Sigma. También es compatible con los super35 y EF
- Rango dinámico de 13 pasos e ISO dual de hasta 25600
- Pantalla de 5 pulgadas de hasta 1500 nits de brillo
- Grabación en tarjetas CFast. Decimos adiós al Compact Flash o al SD y nos quedamos solo con este formato de tarjetas ultrarrápido. También dispone de entrada USB-C para conectarle un disco duro SSD y grabar en los formatos que demandan más ancho de banda
- Colorimetría de 5ª generación, como la de la URSA Mini Pro 12K, para tener unos tonos de piel extremadamente precisos y curva de respuesta tonal de 12 bits, para tener más margen y sacar más información de luces y sombras
- Fotografías de hasta 24.6 megapixeles, veo a Blackmagic metiendo la patita en la fotografía y, quizá en el futuro tengan algo más que decir aquí
- Precio: en torno a los 2400-2500 euros
Ganamos tamaño de frame, perdemos ND
Lo más importante a destacar a mi juicio de esta cámara es el descomunal tamaño de sensor. Y es que disponer de un sensor de formato completo nos va a dar una versatilidad enorme para todo tipo de escenas, con una menor profundidad de campo y una sensibilidad que aumenta ostensiblemente para condiciones de poca luminosidad.
Aquí hay un palabro que empieza a ponerse de moda en el mundo filmmaker, que es el Open Gate. Esto consiste en usar absolutamente todo el sensor para no tener que elegir una relación de aspecto de antemano, si aún no lo sabemos, claro, que luego los micrófonos hay que ocultarlos. Al tener un sensor tan descomunal, podemos grabar al máximo que nos permite y realizar recorte en vertical u horizontal sin perder casi, casi nada de calidad.
Me habría gustador ver filtros ND integrados en la cámara, pero los de Blackmagic han querido recortar aquí para mantener un precio comedido. Esto nos obligará a montar un matte box con filtros externos para por ejemplo grabar con menos profundidad de campo en entornos con mucha luz.
Montura L, una apuesta arriesgada
El otro aspecto a destacar es el uso de la montura L, impulsada por Leica, Sigma y Panasonic. Esto lo veo una apuesta arriesgada, aunque generosa. Arriesgada porque es un formato de reciente creación y aún no hay una variedad demasiado amplia de lentes que podemos usar. Además son objetivos más caros que sus equivalentes en otros formatos. Y generosa porque, una vez más, Blackmagic prefiere no reinventar la rueda y usa formatos ya creados para maximizar la compatibilidad. Yo creo que la montura L tiene futuro porque constituye otro intento de crear una especie de “USB” de las monturas, al igual que hicieron con el micro 4:3, pero esta vez con lentes de formato completo, tirando la casa por la ventana. Yo creo que va a dar que hablar.
Pensado para cineastas… auténticos
Lo que nos podemos preguntar viendo esta cámara es ¿para quién va dirigida? Por lo que ofrece, y sobre todo por las ausencias que tiene esta cámara, creo que Blackmagic está siendo muy elocuente con el público objetivo de esta cámara.
Para empezar, tenemos las ya habituales carencias: pantalla basculante, pero no abatible. Una vez más, perdemos la posibilidad de poner esta cámara en modo selfie y poner la pantalla enfrentada a nosotros para controlarla nosotros mismos. Aquí Blackmagic parece estar diciéndonos que esta cámara tiene que ser operada por otra persona, y si no, tienes que usar accesorios.
La otra ausencia a destacar, una vez más, es el AF. Lo mismo, BM nos está diciendo que esta cámara tiene que ser operada por una persona que esté pendiente del foco también de forma manual.
¿Y qué quiere decir cuando tiene que haber un operador de cámara? Pues que esta cámara no es para el chavalín que se está grabando en su habitación para hacer streaming o grabar vídeos para YouTube, sino para personas que ya saben de esto y quieren grabar un contenido que tenga un mejor acabado, como puede ser un vídeo de TikTok o un largometraje.
Y esto es porque Blackmagic ha invertido ingentes cantidades de recursos en herramientas y opciones a las que el streamer en su habitación no les va a sacar demasiado partido: hablamos del BRAW, de los 13 pasos de rango dinámico, de la extrema sensibilidad de los sensores full frame y, en definitiva, de características que acercan más sus cámaras a un público más filmmaker, más inclinado a la ficción o al contenido de acabado cinematográfico y profesional.
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